𝙇𝙖𝙗𝙚𝙧𝙞𝙣𝙩𝙤
Soy un invidente que habita un laberinto. Me valgo de los restantes sentidos para memorizar los lugares por donde transito cada día desde el amanecer hasta el anochecer, porque no hay más ocupación para los que llegan a este lugar que el procurarse la libertad. Las palmas de mis manos acarician los muros en busca de una salida y es así como alcanzo a saber de cuantas imperfecciones está hecho. Palpo los pisos a tientas en busca de signos extraviados. Estoy solo y eso significa que otros antes que yo consiguieron salir valiéndose de alguna habilidad, porque sería iluso creer que tan majestuoso sitio haya sido construido solo para retenerme a mi. Huelo señales en el aire y otras veces sueño con olores y en un indetenible caminar, como el del ratón atrapado en su rueda, recorro un trecho cada día con la esperanza de que uno de mis golpes al vacío me devuelva un eco.