饾檲饾櫎饾櫍饾櫀饾櫒饾櫓饾櫄饾櫑饾櫈饾櫎
—Es lo mejor —murmuraba Leona frente al port贸n del monasterio, para que los solitarios muros que le daban la bienvenida tambi茅n fueran testigos de su llegada. Unos m谩s solitarios que todo lo que era su vida a partir de los treinta y tres cuando experimentaba el cambio, m谩s incluso que aquel 煤nico 谩rbol del patio que hab铆a sobrevivido al invierno con las hojas intactas, cuando todo el panorama alrededor parec铆a consumido por el fuego. La 煤ltima nevada hab铆a esparcido un pesado manto blanco sobre todas las superficies, aport谩ndole luz a un paisaje ennegrecido de vegetaci贸n seca y escasas construcciones abandonadas por el hombre.
Sobre su cabeza un domo limpio y perfecto se extend铆a, ese de cuando las temperaturas amenazaban con transformar la nieve en hielo, el 煤nico y padad贸jico punto en com煤n con aquel recurrente sue帽o de vivir para siempre en un mundo c谩lido de cielo azul y palmeras.
Una inspiraci贸n profunda consegu铆a liberarla de los rezagos del mundo, cargados por tanto tiempo que apenas deshacerse de ellos recordaba cu谩n ligera pod铆a sentirse la carne cuando se han soltado las ataduras. Hubo un corto lapso de tiempo en el que mil vidas se cruzaban ante sus ojos como en un fotograma y fue mil cosas a la vez. Fue monje, pez, marinero y viento helado a la vez. Flot贸 en el infinito y manso lago que rodea la fuente, reunificada por fin con la creaci贸n. Entorn贸 los ojos hacia el astro de la noche y como animal nocturno experiment贸 el gozo de su protecci贸n. Y as铆, el eco de aquel 煤ltimo sollozo que promet铆a sellar la paz se col贸 de vuelta en su pecho. Cuentan las aves de paso que d铆as despu茅s se le vio renacer convertida en flor.
Comentarios
Publicar un comentario