𝘾𝙤𝙣𝙨𝙘𝙞𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖

 


Y así, al alcanzar la calma, mis ojos llenos de asombro apreciaron el verde en las hojas de los árboles por primera vez, a pesar de que ya existía desde hace mucho. La desacompasada danza de las ramas impulsadas por el viento, estrepitosa o suave, pero que entre vuelta y giro emitía murmullos que ahora podía comprender. 


Rodeando el árbol a todo lo que daban mis brazos fui capaz de sentir el retumbar de una música proveniente del interior, ¿suyo o nuestro? Ahora era una con él otra vez, como si al ser cortado el cordón umbilical hubiésemos sido divididos y hubiera yo quedado a merced del olvido. 


Pudo experimentar el ardor de mis heridas y yo contar cuantos nombres grabados había en su piel. Fui semilla, brote y arbusto en un parpadeo, consciente además, de la extrema dulzura de la que ahora podía llamar nuestra sabia y de cuán profundas y fuertes eran nuestras raíces. 

 

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