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Sobre quejas la existencia humana ha quedado edificada. El eco de un lamento universal que rebota en la materia y alcanza a estremecer incluso a los reci茅n nacidos, quienes a instantes de su advenimiento lanzan el primero de sus gritos de inconformidad contra la vida que les espera. As铆, en la medida en que adquieren el lenguaje verbal, las quejas toman la forma de oraciones complejas. En la medida en que la conciencia se desarrolla, no as铆 que se expande, la tendencia natural al desorden vuelve los pensamientos quejosos m谩s fuertes e incontrolables, cu谩l embravecido enjambre de avispas.
El h谩bito de la queja muta con cada estaci贸n de la vida hasta que se vuelve una extensi贸n de la personalidad. Comienza con simplicidades y caprichos en edades tempranas que a menudo no son corregidas, porque nadie ve importancia en ello cuando hay tanto m谩s por lo cual quejarse. No forma parte de la educaci贸n del hogar el inculcar el agradecimiento, sino el dar las gracias, que en nada comparten similitudes. Ese monstruo quejoso, que comienza siendo una larva, se vuelve un peso aplastante sobre los hombros, que dificulta la postura erguida y el marchar ligero. Echa ra铆ces profundas como 谩rbol milenario, por lo que resulta doloroso arribar a una resoluci贸n a mitad del camino. Se siente como abandonar la identidad propia, cuando al sacar una de ellas queda un espacio vac铆o que no sabemos con qu茅 llenar.
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