𝙀𝙡 𝙘𝙞𝙘𝙡𝙤

 


Desde que tengo memoria los viajes en círculos han sido nuestra especialidad. Subir abordo de un autobús con la certeza de que estaremos de vuelta en más o menos un tiempo prolongado, de un viaje que tiene como único destino el viaje en sí, porque no nos conduce a otra parte que al mismo lugar de donde partimos. 

 

Un viernes 13 a las 6:33 de la mañana inicié la última de las travesías que podría citar. El clima fresco tras las lluvias de la primavera, flores en sus capullos, a pesar de que no había algo como estaciones en aquel lugar. 

 

Juraría que aquellos que esperaban el autobús junto a mí acumulaban muchas más expediciones de las que se podrían contar con los dedos, que socorrieron a cientos de animales atropellados en la vía, que comieron y bebieron con otros que emprendieron viajes a su vez. Han ido y venido tantas veces que su memoria se ha convertido en un pozo sin fondo donde los recuerdos emergen solo al ser tocados por algo o por alguien. No hay un estante para almacenarlos por orden de ocurrencia, sino que todo permanece enredado como en una madeja que solo es posible desenredar mediante la voluntad. No existe una línea en el tiempo porque todas las travesías parecen iguales, solo las circunstancias previstas dictan la cantidad de experiencias acumuladas y la calidad de las mismas. 

 

 Regresamos al final del viaje con un sin fin de historias para compartir. Nos reunimos en el mismo lugar y esperamos por el próximo autobús donde embarcaremos en otro viaje, que promete llevarnos al mismo lugar de donde partimos, un poco más sabios o más tristes. 

  

 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

𝙇𝙖𝙗𝙚𝙧𝙞𝙣𝙩𝙤

𝘿𝙚𝙨𝙚𝙣𝙘𝙖𝙧𝙣𝙖𝙙𝙤

𝙋𝙖́𝙟𝙖𝙧𝙤 𝙣𝙚𝙜𝙧𝙤 (2)