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Los vientos del Sur traen noticias de los muertos.
Cuando un cuerpo inanimado se mueve sin fuerza aparente actuando sobre รฉl, estamos en presencia de un suceso sobrenatural que la ciencia no es capaz de explicar y por tanto, sรณlo los despiertos, justifican.
Se puede aguzar el oรญdo en esas tardes de otoรฑo despuรฉs de un aguacero y escuchar cรณmo susurran conjuros a los vivos. Intentan conseguir su atenciรณn, una sonrisa o un gesto que les pruebe que aรบn existen a pesar del cambio.
Los muertos tienen mรกs historias para contar que los vivos. Un dรญa fueron como nosotros hoy, seres con un cuerpo material que reรญan y lloraban, llenos de propรณsitos y sueรฑos.
El erizamiento que se experimenta al atravesar una habitaciรณn a oscuras o la sensaciรณn de ser observado al cerrar los ojos no es casual. Son ellos intentando manifestarse.
Tendemos por naturaleza a rechazar todo lo que no puede ser explicado. Viene en nuestros genes el temer en Dios, aunque de manera injustificada porque Dios es amor, pero cuando una de sus creaciones se presenta ante nosotros sentimos horror de lo invisible, porque tambiรฉn venimos diseรฑados para obedecer las leyes que rigen la materia.
He vivido en carne propia la comunicaciรณn de los mรฉdiums con el mundo invisible y mi postura reacia a estas creencias resultรณ insostenible al ver cรณmo eran capaces de hurgar en el pasado, en el mรกs รญntimo y efรญmero de los pensamientos y mostrarlo ante todos los presentes como el mรกs natural de los cuadros.
Pertenezco a la corriente filosรณfica de Francia de 1850, de cuando estaban de moda las mesas giratorias y los objetos parlantes, de cuando vivรญa Allan Kardec.
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