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Mostrando las entradas de diciembre, 2023

𝙃𝙤’𝙤𝙥𝙤𝙣𝙤𝙥𝙤𝙣𝙤 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙢í

  Llegué arrastras a la falda de la montaña con la ropa hecha jirones, los pies sangrantes por la ardua caminata de mi última vida y un nudo apretado alrededor de la garganta que solo me permitía articular las palabras, aunque sin sonido alguno. Habría podido pedirle a las ramas que me concedieran el paso sin cubrirme de arañazos. Con un canto habría pedido a las raíces que me evitaran tantos tropiezos con los que mis rodillas albergan tantas y tan profundas heridas.    En mi incapacidad para pedir al bosque lo que podía y era bueno, lo recorrí llena de miedos y angustias. Cada rama dejó su marca, cada raíz un dedo partido. Había logrado atravesarlo, ¡pero a que costo! Lo culpé y lo maldije en silencio hasta que una cordillera apareció ante mí.    Entonces, mi visión cambió y pensé que esta vez se presentaba algo mejor y más digno. Las montañas eran incontables hasta perderse la vista, por lo que la trayectoria sería larga. Mitad en bajada, mitad en subida parec...

𝙍𝙚𝙨𝙤𝙡𝙪𝙘𝙞ó𝙣

  El cómo reaccionamos ante las dificultades u obstáculos que surgen a cada paso que damos es la clave de todo. Es bien conocido el dicho de que las desgracias vienen de tres en tres y me atrevo a decir que es una realidad mutable, como todo lo que es energía y se encuentra en constante cambio. Sentimientos cómo la ira, la tristeza o la frustración bajan las vibraciones de manera tan radical que el universo interpreta esta señal como un canal abierto que pide recibir situaciones o acontecimientos similares. Una revolución energética interna a través de la transmutación de esa energía negativa cambiaría de forma radical no solo nuestro estado de ánimo, sino también la manera en que percibimos aquello que nos rodea y todo lo que viene a continuación.  Una persona iracunda irá por la vida encontrando personas con las mismas vibraciones para entablar peleas, no solo se verá tentado a responder ante supuestas agresiones, sino que incluso será capaz de crear otras por sí mismo para ...

𝘾𝙤𝙣𝙨𝙘𝙞𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖

  Y así, al alcanzar la calma, mis ojos llenos de asombro apreciaron el verde en las hojas de los árboles por primera vez, a pesar de que ya existía desde hace mucho. La desacompasada danza de las ramas impulsadas por el viento, estrepitosa o suave, pero que entre vuelta y giro emitía murmullos que ahora podía comprender.  Rodeando el árbol a todo lo que daban mis brazos fui capaz de sentir el retumbar de una música proveniente del interior, ¿suyo o nuestro? Ahora era una con él otra vez, como si al ser cortado el cordón umbilical hubiésemos sido divididos y hubiera yo quedado a merced del olvido.  Pudo experimentar el ardor de mis heridas y yo contar cuantos nombres grabados había en su piel. Fui semilla, brote y arbusto en un parpadeo, consciente además, de la extrema dulzura de la que ahora podía llamar nuestra sabia y de cuán profundas y fuertes eran nuestras raíces.