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—Es lo mejor —murmuraba Leona frente al portΓ³n del monasterio, para que los solitarios muros que le daban la bienvenida tambiΓ©n fueran testigos de su llegada. Unos mΓ‘s solitarios que todo lo que era su vida a partir de los treinta y tres cuando experimentaba el cambio, mΓ‘s incluso que aquel ΓΊnico Γ‘rbol del patio que habΓa sobrevivido al invierno con las hojas intactas, cuando todo el panorama alrededor parecΓa consumido por el fuego. La ΓΊltima nevada habΓa esparcido un pesado manto blanco sobre todas las superficies, aportΓ‘ndole luz a un paisaje ennegrecido de vegetaciΓ³n seca y escasas construcciones abandonadas por el hombre. Sobre su cabeza un domo limpio y perfecto se extendΓa, ese de cuando las temperaturas amenazaban con transformar la nieve en hielo, el ΓΊnico y padadΓ³jico punto en comΓΊn con aquel recurrente sueΓ±o de vivir para siempre en un mundo cΓ‘lido de cielo azul y palmeras. Una inspiraciΓ³n profunda conseguΓa liberarla de los rezagos del mundo,...